Los argentinos irán a las urnas en medio de un clima que evidencia el hartazgo y la desafección de gran parte de la sociedad. Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias sólo servirán para dirimir las peleas internas de los partidos en donde los dirigentes políticos no han podido ponerse de acuerdo.
Por Nicolás Marchiori Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral.
Diferentes momentos atravesaron la historia democrática de nuestro país. Desde sus orígenes, el voto era un privilegio reservado para pocos, siendo excluido el pueblo de la participación ciudadana.
A esta altura de la historia, la realidad es muy distinta y sabemos que nuestra democracia se sostiene en la elección y la legitimación de los representantes a través del sufragio popular. El acto supremo mediante el cual el pueblo se expresa.
En el año 2009 se sancionó la “Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral” (Ley Nº 26.571), cuyo eje principal fue la incorporación de las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) para la elección de candidatos dentro de los diferentes espacios políticos. La consecuencia inmediata de esta elección es la definición de la lista que representará a cada partido político o frente electoral en las elecciones generales. La implementación de esta ley se llevó a cabo en el año 2011.
Un año más tarde, en un acto de ampliación de derechos políticos para la ciudadanía, se sancionó la “Ley de Ciudadanía Argentina” (Ley Nº 26.774). Mediante esta, todos los argentinos mayores de 16 años están habilitados, pero no obligados, a votar.
En su primera implementación de 2011, el desempeño de las PASO fue poco auspicioso a la hora de promover la competencia. Ninguna interna fue realmente competitiva debido a que los vencedores se impusieron en general por grandes diferencias.
Este mecanismo ha generado polémica en torno a la constitucionalidad de obligar a los partidos a abrir su competencia interna a todos los electores (incluso los independientes y los afiliados a otros partidos políticos), como así también respecto a la obligación a los electores a participar en la definición de los candidatos propuestos por cada agrupación.
En tiempos donde se discute sobre la importancia y la necesidad de celebrar las PASO, la experiencia uruguaya puede resultar ilustrativa para dimensionar los alcances, efectos y consecuencias de esta instancia electoral. Después de más de 20 años de elecciones internas en el país oriental la participación ciudadana fue mermando y, mientras que los niveles de concurrencia a las elecciones generales se ubican en torno al 90%, en las elecciones internas se reduce drásticamente a menos de la mitad en puntos porcentuales. Además de estos datos fácticos, existen estudios empíricos que muestran que los electores que simpatizan con los partidos políticos y que tienen posiciones ideológicas más extremas, tienen mayor propensión a participar. De estos datos provenientes de estudios previos, se desprende que cuando los electores no están obligados a concurrir a las primarias, existen 2 consecuencias posibles: 1) El abstencionismo aumenta y los candidatos son definidos por un grupo de votantes que es más reducido que los electores habilitados y mucho más grande que los afiliados de cada partido, o 2) ese grupo que termina definiendo las candidaturas es muy distinto al votante promedio.
El escenario previo a las PASO en nuestro país
Si hoy se decidiera elegir la palabra que más se ajuste a la realidad política argentina, sin lugar a duda “desafección” sería una de las más votadas. Cuando hablamos de desafección no nos referimos a un sinónimo de descontento. El descontento no suele afectar la legitimidad democrática y es, sobre todo, coyuntural. La desafección se ha convertido en la palabra justa para expresar una nueva actitud que se concreta en el alejamiento respecto de una clase política que estaba próxima, pero a la cual ya hacía mucho tiempo que se había dejado de apreciar. De allí que la desafección política implica una profunda insatisfacción con los resultados de las instituciones democráticas, independientemente del partido o individuos que las estén operando.
Gran parte de la clase dirigente es responsable de esta situación. Y para colmo de males, nada hace por revertir este preocupante presente. En la Argentina actual se ha perdido el debate, el intercambio de ideas.
La discusión respetuosa, sin insultos ni atribución de intenciones es fundamental para la convivencia. En tiempos signados por rumores y difamaciones, el sano debate de ideas se ha vuelto fundamental para el fortalecimiento democrático y el respeto por la diferencia.
La clase política debe entender que en un auténtico debate de ideas no ganan o pierden personas, sino que ganan todos, porque ganan los mejores argumentos y las ideas más convincentes. En un auténtico debate de ideas todos aprenden, incluso a matizar nuestras posiciones, a reconocer errores, a comprender la complejidad de los temas, y aleja a todos de la simplificación que polariza la sociedad. En un auténtico debate de ideas los temas de discusión nunca son la vida personal de quienes debaten. Pero cuando las personas no saben argumentar o no tienen más argumentos por falta de profundidad o de claridad, comienzan a señalar problemas o debilidades personales de sus interlocutores y, en lugar de responder al argumento contrario, pierden el debate y perdemos todos.
Dicho esto, lo cierto es que en la previa el humor social da cuenta de que los argentinos concurrirán a votar sin grandes expectativas en una elección que quien resulte con más votos no habrá ganado nada.
Tal como lo han intentado hacer con la diseminación de la grieta en cada rincón del territorio nacional, el unitarismo porteño que no ve más allá de Buenos Aires no sólo dentro los partidos políticos sino también desde un periodismo que impone una agenda nacional circunscripta al universo del AMBA, viene intentando imponer la idea de que cerrados los comicios de este domingo habrá espacios políticos ganadores y perdedores.
Todo lo antes dicho deja de manifiesto el error en que se incurre al caer en este análisis que imponen los grandes medios concentrados de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Las PASO definen, en su caso, candidaturas dentro de los diferentes espacios políticos. En consecuencia, no hay ganadores y perdedores más allá de los espacios internos. Discursos tendientes a confrontar sobre diferentes modelos de país, y consideraciones del voto como acto plebiscitario de una gestión en esta instancia es erróneo. Los electores definen quienes serán los candidatos de cada agrupación política en las Elecciones Generales a celebrarse en octubre, nada más que eso.
La abstención: un fenómeno que gana centralidad y preocupa
Por primera vez en la historia antes de una elección la Cámara Nacional Electoral emitió un comunicado para exhortar a la ciudadanía a ejercer el derecho fundamental del sufragio. “El próximo domingo 13 de agosto la ciudadanía está convocada a ejercer, con su voto, la forma más directa de participación en el proceso de designación de sus representantes”, reza uno de los párrafos del comunicado.
El texto emitido por la máxima autoridad en materia electoral del país es un claro llamado a votar y se enmarca en un contexto electoral marcado por el ausentismo, un fenómeno que se convirtió en tendencia en la gran mayoría de las 18 elecciones que se celebraron en lo que va de este año en todo el país.
Por fuera de las elecciones legislativas llevadas a cabo en Corrientes y las PASO realizadas en Santa Fe, Mendoza y Chaco, la provincia que registró el mayor porcentaje de ausentismo fue Rio Negro, donde mas del 31,85% del electorado se abstuvo de votar.
La contracara de este escenario que genera gran preocupación a las autoridades, fueron las elecciones provinciales de Misiones en donde el porcentaje de votos emitidos fue del 75%, por encima de la media nacional que no llega al 69% de participación.
La abstención capta toda la centralidad en la contienda electoral de las PASO. En este contexto, analistas y consultores consideran que el porcentaje de electores marcará un piso respecto a las elecciones generales del próximo 22 de octubre que tendrá a los candidatos ya definidos.
En honor a la verdad, lo cierto es que toda la movilización que se llevará a cabo en el territorio nacional servirá solamente a un espacio político para dirimir sus peleas internas y la falta de acuerdo entre sus dirigentes, luego de una durísima campaña en donde sobraron chicanas, descalificaciones y operaciones cruzadas.
Ante este panorama, el día después de las PASO deja la incógnita de cómo se acomodarán los votos del sector perdedor. El alto nivel de confrontación interna deja serias dudas respecto a si habrá traspaso de votos hacia el candidato ganador o esos electores pasarán a engrosar el porcentaje de votos en blanco en las Elecciones Generales de octubre.
La importancia de mantener la paz social en Misiones
Como hemos dicho anteriormente, el escenario de la provincia luce como una excepción a la generalidad que se replica en casi todo el país. En las elecciones provinciales del 7 de mayo concurrió a votar un porcentaje que se mantiene dentro de los niveles históricos de participación. Allí radica la importancia de los esfuerzos realizados por el gobierno provincial para mantener la paz social y de promover un clima de concordia defendiendo el debate democrático. Los comicios presentan dos posibilidades para los misioneros: sumar representantes alineados al Ejecutivo Provincial o elegir legisladores nacionales que respondan a frentes nacionales, una diferencia sustancial en términos políticos. A mayor cantidad de
representantes de los intereses de los misioneros, mayores serán las posibilidades de establecer canales de diálogos que permitan gestionar a favor de la provincia.
Es necesario destacar que las buenas relaciones en la política revisten una enorme importancia, máxime cuando fueron construidas con varios años de trayectoria, cumpliendo con los compromisos asumidos, honrada la palabra empeñada y actuando de cada a la gente.
Son muchos los analistas que sostienen que los procesos electorales se han transformado en plebiscitos emocionales en donde muchas veces el humor social inclina la balanza para uno u otro lado. En este contexto, es importante remarcar que las urnas no son para cargar de odio sino para depositar esperanzas.